Poemas de Débora Fernández

                                                                                                                                    Casilda García Archilla


Pensamiento y
poesía forman un cuestionamiento que aquieta las relaciones posibles del
lenguaje. Sin embargo, en el despliegue del barroso, los textos aquí presentes
funden un manto aleatorio, una mixtura conjugante de géneros, cuyos desajustes
amplían un doblez continuo. Imágenes poéticas, detritos de citas o términos
casi sin pasar el túnel de la traducción. Espacios intermedios que buscan
aprovechar un habitáculo. Discurrir impersonal de voces que fluyen rehuyendo
binarismos. Débora Fernández nos convoca a pensar nuevamente en el despliegue
del poema y sus lindes de escritura.


Si acaso

 
 
Si yo fuera

                                                          la modalidad de un si acaso,

identificaría la
suplencia que me socorre y fustiga mi lente cada vez que juegas
        en el aparecer.
      Arquearía fibroso el examen de mi
existencia,                          
en razón de la más
edulcorada posibilidad de una reserva.
 
        Con cautela
otorgaría
licencias como cápsulas boreales
      prorrogaría el más nimio embarazo que atentase en
contra de las grupúsculas ocasiones sensibles que musitan la levedad de tus
acechos
       solo para condonar, en la vertiente
el raso abierto de
los vástagos pasajes que almendran el sabor de tus ausencias.
 
        Ya asesinada la añagaza de tu infanto-timidez,
                    con lo derruido como objeto
            dejaría de ocultar
lo tartamudeado
dando cara al gen
de aquella templanza
            que instituye la insomne
iridiscencia de tu
¿o mí?
                                   (i)
            realidad

 
 
 
Mi
cóncavo
 
 
Encalla de una
vez, 
   sufrida del muelle de cardinalidades
sonoras 
       y
escucha lo murmúrea,  
una batida de
ablaciones reedita el confort de mis sensaciones. 
 
Alborotada en el da 
   la bienaventuranza emboba y la asignación de
sentido arrecia en lo desasido,
tus somnolencias.
 
                Cremada y archicontraída, 
        ensimismada por vía de la sintaxis de
silencios palidicentes 
sentencias el
ámbar que en el exterior de mi cóncavo te instiga.
 
Daría un fárrago
de vida en tu seno por la creencia que
   al descalce,
aleja esta
pseudo desdicha
         a partir de la que asilo la medianía de
nuestro adiós.
 
 

Liquidez de
arrecife

 
 
 
Por más trémula de
holguras
                            pernocto en la
grieta.
                Al interior, me
desdice un desliz:
  una anémona díscola empalma un coral
abultado de rizos, sueños y desquites.   
Tras el recorte de imágenes y la
rémora de tus vocales, 
                                        emerge el anuncio de una a-
versión cafeinada y
des-lúcida.
 
Imagino,
            seguramente una cala obsidiana sorbe el corso
mineral de tu piel
mientras enjuago
el tilo de mi esencia en el sedoso estribor de tus zumos y marañas.      
Sucedánea de
solvencias y en flácidas depresiones
                instalas lo
nunca-fecunda
cual desierto
túrdido en la letra de mis ojos, e indago
            en lo pronto, un aprehender a la madre que
no es en mi lengua.
 
        Deroga así la objetualidad de lo inmerecida
    desatando el vuelo que engrandece la
economía de tus envolturas.
 
Con una caricia-garza,
aludesrisueña en mi oído el nombre de la muerte-vida: 
ya incrédita,
desertificada en la tajada
        circunfleja de espesuras,
                proclara
de una liquidez de arrecife
                        encaras al fin (en
mí) el insulto de un syn.fin         


                                                                                                                            Carlfriedrich Claus
 
                      


Débora Fernández (1988, Santiago)  Profesora de Filosofía (UMCE), activista
(CERES) e investigadora (
UNABtransfemenina no
binarie. Editora del libro Hebras. Escenas, Performatividades y
Escrituras
 (2018), autora de ensayos y columnas en torno a los
estudios trans*, derechos humanos, filosofía posthumanista y feminismos no
hegemónicos.

 



Poemas de Naya J.

 Límite

 
Olía a podrido y a rabia
La vergüenza y el pasto nuevo
de fondo un paisaje frío
los animalitos se revuelcan
murmulla el viento
una nariz que lo encuentra todo
Percibir las heridas
En la degradación de la carne
 
Se presenta 
transparente a la intemperie
Esperando como si una aprobación
Pudiera explicar que los otros no serán otros
Escalofríos de su propio aroma
Ser impronunciable al habitar la corriente
El miedo de una manera diferente
 
Transita como si la amargura no doliera
Va aparentando que no se ahoga
Va simulando que esquiva las esencias
No traspasar las torceduras que los sujetos tanto
esconden
Que su aroma inerte no la separe
La proximidad adolecida
Simula que no existe
Porque su sangre tiene un dulzor fermentado
 
De fondo un paisaje frío
Burbujea bajo la lluvia mezclándose
Limpiando la peste
 
 
Por eso camina a veces
Se pierde en la maleza fluorescente
En los ríos impermeables
Acomoda sus pies en la tierra donde ha enterrado todo
Cuando es ella la que se
mezcla en el jugueteo con el agua
Se da cuenta que no
desaparece
Que los bordes de sus
uñas la protegen
Cuando el silencio la resguarda de no ser
Lo que nunca supo
 
 
***
 
The curse
 
(Suena un chelo)
Cayendo dentro en un túnel
Un abismo circular latiendo
Sabes qué es la muerte
No es solo cuando te rodea y te duele
Es una pulsión
Un ritmo grave
Una enfermedad que siempre te corroe
Siempre lo hizo
Pero cuando el tiempo pasa
La muerte se acerca
Te rodea
Te vigila
Cuando miras hacia la ventana y calculas espacio
Cuánto cuesta el espacio en que podrías caer
Como vaciada en un túnel
 
Piensas en la esencia
En el latido acompasado
De cada bendita sustancia, partícula que nace y muere
Los dioses no mueren y se burlan de nosotros
Algunos se mezclan
Algunos permutan la inherencia
Con la capacidad de sentirse vivos
Con la tragedia de la finitud
 
Recuerdo la inocencia
El pánico de pensar en mi mortalidad
Cuando el cuerpo perece y desaparecemos
Recuerdo el sonido de mi corazón
Un ir y venir
Por dos pasos que avanzo
Veo como retrocedo un camino ya trazado
Me fui volviendo inmensa
Sigilosa
Cálida, mustia
Veo cómo nos deshacemos
Por dos pasos que avanzo
Veo como retrocedo un camino ya trazado
Un ir y venir
Un ir y venir
Un ir y venir
 
 
Naya J. (Santiago, 1989)

Sus poemas figuran en diversas antologías,
entre ellas Memorias de un pájaro (Balmaceda
1215, 2009), Neopobreza (Moda y
Pueblo, 2011) y  Matacola (Moda y Pueblo, 
2013). También ha publicado la novela
Minúscula
(Moda y Pueblo, 2013)
 

Poemas de Joaquín Young



















Venas de piedras
cercanas
como el propio latido.

 

Ríos,
cuerdas que palpitan
hacia un mismo acorde.
 
Labio
que quiere sangrar
junto al murmullo del rio.
 
Sangre,
claustrofóbica sangre.
 
En el intersticio de un latido
el ojo observa la estela fugaz
de un pez sin nombre.
 
El tibio caudal
camino al vientre.
 
 
***
 
 
Empuño las monedas  los
dados
como si las palabras aún
conservaran su filo. 
Atravieso el silencio
cómo se atraviesan las fronteras
de un cuerpo.
 
De quienes han sembrado
nombres bajo la arena
piso las huellas.
 
Hundo un cuchillo
en medio del desierto.
 
 
***
 
 
Entre párpado
y párpado, entre
página y página eclosionan
las fronteras de un cuerpo.
Un ojo hiende la catarata apaciguada
del tiempo: ver un rostro familiar,
deslavado, como por primera vez,
una venda de luz, puñados de agujas que fulguran y
se apagan. Destellos de sal coagulada,
estelas sobre la arena. Ver su geografía:
charcas, motas de pasto que crecen
olvidadas. Ver en un rostro
un jardín. Ver una cabeza
que cuelga tambalea amaga     
caer
como fruto que no termina
de madurar. Ver que se hincha
respira                 lanza
un reflejo
enfurecido, una cascara adherida
a un papel fotográfico
y se abre florece,
como una palma que siembra,
estira                    la
tierra,
a un ojo que contempla
un álbum familiar.
 
 
 
Joaquín
Young Olmedo (San Bernardo, 1996)
Ha participado en talleres de narrativa y
escritura poética  con Carlos Leiton y
Paula Ilabaca, respectivamente. Actualmente es estudiante de medicina.
 

Poemas de Kryzia Villada

 













El remedio
del sabor
 

  Se rentó el cuarto de al
lado,

           pasos
en un azotea que se abre al aire,

por
la ventana entra la noche y la luz del rótulo,

el
rojo y el blanco

reflejados
en la pantalla limpiada diez mil veces

la
sobrevivencia de las mucamas,

 
 
Primera llamada
 
los telones
largos y brillantes se deslizan,
 
se escucha el grifo de agua que cae con furia,
sábanas frías por el suelo,
un silencio con sonido de zipper,
la boca sopla un pudor que entra al músculo
y tal cusco salta el monte cruzando así el muro del útero,
el colchón oscila tanto que la Biblia se cae del buró
 
 
 
la
gente aplaude
 
 
 
***
 
 
Y en un ¡pum!
regresa al
charco de ilusión
 
dale la lluvia
a las plantas
ellas hacen
fiesta con la humedad
 
satúrate a la
raíz del pasado
palmas arriba y
sentirás el fresco.
 
Los mosquitos
luchan entre gotas al vuelo
pisamos tierra
y no luchamos
 
sin saborear el devenir no habrá ningún reclamo
ni juicio que lo suspenda,
porque no lo hubo al tocarse, al sentirse
 
Así que se cierra el trato aquí
sin testigos más que la ausencia y el hastío
parados en una esquina rozándose al cielo
 
 
***
 
 
Punta de la arena
 
Los días ya
están coloridos, deberías venir a acariciarme, a estar así nomas viendo el sol,
o igual vamos a pasear en el carro, y te sientas al lado mientras yo le sonrío
al retrovisor. No veríamos a nadie pasar y el clima no estará tan frío o
demasiado soleado.
Una carretera
larga enfrente de nosotros, una muy muy gris.
 
                                                                                                      
Un regalo
 
***
 
 
Y entonces me
rodeé de cactus secos
la tierra
fértil se había acabado
 
el asiento de
al lado no podía venir solo
tenía que
estar ocupado por quien fuese
                       
                                              
una llamada tras otra,
                                               buscando un sí voy
 
tecleo el
mismo número al terminar la vuelta
sigue sonando
ocupado, porque iba a cambiar
 
la primera
llamada es la  misma que la última,
una isla
cambia hasta que se hunde.
 
 
***
 
 
Es en un
carro dónde ocurrió
 
a mí padre le
gustan los carros,
los cuida,
les limpia las ropas,
los pule
brillante
 
el asiento es
duro
y el volante
no me deja estirar las piernas
 
sigo adelante
cargando maletas de lo que no recuerdo
 
estiro la
pierna y suena el claxon,
los deseos
cantan tal cual pajarito amarillo
picoteando la
ventana
tin, tin, tin
 
 
***
 
 
El cofre se
llena de mierda de paloma,
a veces son
manchas de ácido,
 
las llantas
recogen lo que se deja en las calles
un montón de
ojos que no lloran,
y flores que
nunca pierden su verde vivo
 
el plateado
sigue andando sin retrovisor,
los que me
ayudaban
                                                   
                                                               
se cansaron de dar abrazos a lo inerte, 
 
 
subo el
volumen de la radio, no para cantar,
sino para no
ver el golpeteo de imágenes en las ventanas
 
taz, taz,
taz, taz
 
 
***
 
 
Le abrí la
puerta de atrás al amor masculino,
mi padre ya
estaba allí sentado con cara triste
 
él otro no se
subió, cerré la puerta y me fuí
 
 
***
 
La vuelta en
círculo no me dejó vencida,
me detuve y
de un jalón abrí la cajuela
un jalón nada
más
 
junté las
maletas viejas,
los regalos
sin abrir y los quemé. 

 

 

Kryzia Villada (Santa Clarita, Estados Unidos, 1989)

 

Estudió Antropología Lingüística, en San Diego.
Actualmente, estudia Cinematografía en Madrid y continúa sus estudios a distancia
en Ciencia Política y chino mandarín en la Universidad de Hawai’i.

 

Poemas de Benjamín Salas

 










Detalle 3 Casilda García Archilla


Inmune

 

Imagino a Mary Oliver
leyéndole el diario a su perro

la
imagino consternada por no saber qué escribir

cómo
describir esta inmunidad de la naturaleza

la
naturaleza no humana que tanto amó y diferenció

de
nosotros, la imagino sin saber
cómo hablar
desde
tanta fragilidad, la de ahora, sobre la apacible

vida
inmune, sobre los altos
árboles que no tosen

o los pájaros que corren
por la terraza y saltan al vacío.

La
imagino con temor y con desgano, sin problemas

de
aislamiento, sin problemas de compañía pero siempre

sorprendida
por hasta el más rutinario choque de hormigas

sorprendida
por el amanecer de un virus turbulento

que
se lleva a los vivos y deja a sus perros.

 

***

 

Silencio, madre

 

Madre, escucha los cantos
de las aves

y no
veas hacia los techos

donde
los gatos más roncos se revientan

los
ojos con sus garras y caen

se
golpean contra el piso y salen

a
correr con sus pieles ensangrentadas para esconderse

de
otro gato, también ciego, moribundo y escondido.

Escucha,
madre, ahí vienen por nosotros

una
turba se acerca sin un plan

a
buscarnos, madre, debimos

dejar la muerte a quienes
pueden verla sin reír              

                                                                                                                             Silencio
madre.

 

 

Benjamín Salas Sadler (Santiago,
1995)

Estudió
Edición Editorial en la Universidad de Buenos Aires. Publicó recientemente Nunca nube, nunca niebla (Lítica
Editorial, 2020), su primer poemario.

 

 

Identidad y recursos del poema: muestra de un taller

El sentido común es una banda militar
En todas las Plazas de Armas del Mundo

Rosamel del Valle

 

Por Simón Villalobos

Domina como criterio de la selección y valoración de la literatura la
identificación de ideas rotuladas, una serie de postulados que forman parte de posiciones
en pugna o la apariencia de una actividad reflexiva y política, puesta en juego
en redes sociales y medios masivos como simuladas concreciones del espacio
público. Poemas y relatos son entonces señalados como mensajes que participan
de procesos de transformación de las relaciones sociales, imágenes convergentes
con modelos ya digeridos, frecuentemente banalizados, que describen el destino
de esos vínculos y formas. Esta adecuación a matrices de sentido determinadas
no deja de ser un facilismo, una evaluación superficial y eficiente de los
énfasis culturales en boga y una estrategia de comprensión que olvida, en
primer lugar, que uno de los coeficientes o capacidades críticas de la
representación literaria es justamente el desmembramiento y oposición, la
sospecha e incomodidad con respecto a los marcos discursivos que comenzamos a
aceptar como ciertos. En este sentido, considero relevante insistir en la
apreciación de escrituras que sitúen una excepción, una mirada que indague más
allá de las identidades o posiciones de un campo cultural determinado. Sostener
estas diferencias como sustrato de una propuesta escritural –en las ciencias y
las artes y tal vez también en la tecnología- marca la diferencia entre una inteligencia
solamente disciplinar y la integración de la vida (social por antonomasia) al
conocimiento, mediante el desarrollo de problemas cuya intensidad nos
interrogue y genere propuestas dialogantes, bajo el entendido de que la
escritura constituye una conversación en suspenso, pero no por ello aparte de
las dinámicas de producción social.

En segundo lugar, la identificación de lo común como aquello que
orbita y regresa, desatiende el despliegue de las obras a partir de su
resistencia perceptiva, pues se contenta en el realismo ingenuo de un tiempo y
un espacio reconocido en que cierta anécdota, hecho o imagen adorna lo que ya
sabíamos. Es decir, olvida la densidad del lenguaje y el error predominante en
las formas de síntesis, comprensión y comunicación que nos rodea, cuyo exceso
alimentamos a diario. La literatura como forcejeo no jerarquizado del habla,
visualidad, redes y medios masivos, consignas, tradiciones escriturales y
experiencia vital me parece un núcleo omitido por las estrategias críticas que abordan
lo literario –insisto- como si esa dimensión crítica consistiera en una serie
de ideas que establecer, una serie de conexiones entre el exterior social (que
nombrado de este modo debiera sugerir una intensa indagación en lugar de una
certeza) y el interior de la obra, esa clase de fantasía que aparta,
especializa una lengua para cada espacio, desestimando la extensión de los lenguajes
como un entramado no leído aún o no –nunca- completamente.

Si, a partir de algunas objeciones u oposiciones, destaco estos dos
núcleos de valoración – puntos de vista heterogéneos y espesor del lenguaje- es
porque dichas propuestas son los antecedentes sobre los que intenté guiar, durante
el 2020, el taller integrado por las y los escritores cuya selección de poemas
presento; y porque situarlos en este contexto problemático permite destacar el
carácter disruptivo de sus escritos, los cúmulos recursivos que discuten, se
transforman o anexan a tradiciones y géneros, testimonios y viajes, cuya
mixtura tensa horizontalmente las imágenes, las recorta, oscurece o acelera.
 

Desde esta perspectiva, la escritura poética monta la escena de una serie
de acciones sobre una materia cuya pertenencia no está obligada a determinar. En
su lugar, el tipo y cantidad de actos posibles son consecuencia de la afinación
y variación de los recursos que se descubren como modos de pensamiento elegidos
por afinidades de lectura o que han sido extrapolados al poema desde otras
artes representacionales, conjeturando el alcance y la propiedad de un género. El
modo de aparecer y de actuar del poema discurre en duraciones y límites,
cadencias, ritmos, texturas, fracturas, citas, máscaras y giros de la mirada,
la voz o el personaje, marcos y esquemas visuales, diseños cuyo impulso o
consciente artificialidad no se limita a decir algo, sino que pone en juego los
metabolismos que consecuencian su objeto.   

Es en este sentido que la identidad –con que titulé el taller y a
este texto- me parece una noción inestable, infinita e irónica, finalmente;
salvo que se refiera a la ejecución del verso o la prosa, la insistencia en
algunos timbres o cadenas percusivas o las continuidades de la imagen o ciertos
parámetros de interrupción que apuntan al origen disímil de los elementos, su
falta total de origen, su arraigo emotivo u otras operaciones textuales. En
tiempos en que el periodismo y la academia, superficialmente unidos, parecen
afanarse en seguir paladeando la inercia del sentido común, la correspondencia
a una pauta o repertorio de nombres y adjetivos reiterados como valoración
literaria y reflexión política, acentuar la densidad representacional como
fuente dinamizadora del pensamiento apela por estrategias que atiendan los niveles
y matices con que la literatura, particularmente la poesía, analiza y altera un
estado del lenguaje, propone -o contrapone a las figuraciones circundantes-
otras perspectivas y experiencias de un tiempo que promete reunirse como época,
desconcierto, conflicto de innumerables puntas o ramas o piedras.

Poetas
integrantes del taller 

Naya J.

Benjamín Salas

Kryzia Villada


El tiempo vivo [Entrevista con Eduardo Espina]

Por Simón Villalobos


Con Eduardo Espina, confinados él cerca de Texas y yo en Santiago, hablamos en junio de 2020, justo el mes en que suele estar acá, junto a sus estudiantes de Texas A&M University, y justo después de un año de la presentación de Mira lo que has visto, una selección de su obra editada por Traza. 
La obra poética de Eduardo, nacido en Montevideo en la década del cincuenta, consta de una decena de ediciones y varias decenas de antologías, entre las que destaca su participación en Medusario (1996), volumen clave del neobarroco latinoamericano. Desde Valores personales (1982), su primer poemario, su propuesta se caracteriza por la abundancia, el exceso inestable de significaciones, la fluidez sonora de acentos y texturas, el ingenio de la cultura popular -una suerte “color local” uruguayo, señala Eduardo Milán- mezclada con referencias letradas eventualmente paródicas o cuyo resultado es una sonrisa a medias. Además, se ha destacado por sus ensayos –ha ganado dos veces el Premio Nacional de Ensayo en Uruguay- y la publicación de estudios que promueven el acervo crítico en torno a la poesía, a veces como una conversación o el detallado recorrido de un fanático por las obras que lo han sorprendido, como sucede en tSURnamis vol.1, publicado por Mansalva en el 2017. 
Con revueltas, pandemia y crisis económicas en medio, conversamos sobre el lugar de la escritura entre todas esas fuerzas y los discursos que ruedan embolsados en ellas, sobre las nociones de lo actual y los modos en que el poema comparece con el presente o -contra el presente- cómo el poema nombra los gestos que se fugan de los inventarios epocales y sigue siendo otra forma de mirar. 

SV: Estamos haciendo esta entrevista a través de una plataforma, plataformas que ahora estamos utilizando para casi todas las relaciones sociales en las que queremos profundizar, para hacer clases, etcétera. Es un contexto particular que en algún sentido abre la posibilidad de que nos olvidemos de las distancias geográficas, pero la literatura supone tal vez esa posibilidad o aspira a esa posibilidad de saltar las distancias geográficas. ¿Cómo ves tú el rol comunicativo de la literatura en este momento de distancias físicas que no necesariamente son distancias sociales o distanciamientos comunicativos?


EE:
No lo he pensado porque en cierta manera todos estamos como el boxeador al que han noqueado en el octavo round, se levantó antes de terminar la cuenta, la pelea no terminó y vamos a ver cómo quedamos después de la pelea, es decir, no sé, este efecto, el efecto del coronavirus, no sé cuáles van a ser los efecto incluso en el aparato editorial, tanto que bastante interesante es el hecho de que todavía no ha crecido mucho el ebook, se podría haber pensado que se iba a disparar y que iban a aumentar un 40% y ha sido menos de 1% al día de hoy. Es un reacomodo lo que estamos viviendo, que puede ser muy temporal si es tan así como dicen que en diciembre va a estar pronta una vacuna, yo creo que entonces inmediatamente el chip nos va a decir volvemos pronto a la normalidad y esto en un año va a ser visto como algo anecdótico. Yo creo que desde el punto de vista de la comunicación, de la literatura no pasa tanto por este momento sino las formas en que se va a escribir la literatura. Leo comentarios en el New Yorker de autores elogiados, me pongo a leer y digo “pero esto es pésimo” y estamos hablando de gente que son profesores en Yale, en Harvard. Hay una pauperización del gusto. Después digo ¿estaré equivocado? y abro a Musil, por ejemplo, o abro a Proust, una página, y digo esto está bien escrito. Es decir, o yo me quedé atrás o lo que viene no es literatura. No pasa solamente por el momento tecnológico, de la enfermedad o el contexto económico, por contexto económico me refiero al aumento enorme del desempleo que va a generar una crisis mental muy grande en el mundo, sobre todo al nivel de gente joven, es decir, salir al mercado laboral y no tener trabajo. Pero eso no tiene nada que ver con la literatura. William Carlos Williams le criticaba a Wallace Stevens que en 1942 estaba escribiendo poemas sobre que era feliz los domingos de mañana, cuando los soldados estaban muriendo. ¿Qué puedo hacer para cambiar mi ánimo –le responde Stevens- si los poemas me salen así? Y al día de hoy leemos los poemas esos, de esa época tan crítica para la historia americana y siguen siendo geniales fuera del contexto de que fueron escritos durante la Segunda Guerra Mundial. A lo que voy es que se han juntado una cantidad de cosas y ahora podemos culpar a este momento histórico tan particular, que creo que nunca lo hemos vivido antes, de todos los males en la literatura que se venían arrastrando de antes. Yo creo que falta rigor, eso es lo que se ha perdido, falta rigor, faltan buenas frases. 
La otra vez, me puse a buscar en una novela –no la voy a mencionar- de una escritora mexicana que está muy de moda hoy en día y voy a la página quince de un libro que ha aparecido elogiado en todas partes y no puedo encontrar una frase memorable. Ese mismo día digo tengo que hacer algo con la mente, la tengo agobiada de tanto leer mala literatura y me pongo a leer “El sur” de Borges: “el destino suele ser implacable con las mínimas distracciones” y digo he vuelto a la literatura. Es decir, uno lee un cuento de Borges o uno lee un poema de Lihn y uno encuentra versos fabulosos, uno encuentra frases extraordinarias, esa literatura parece estar muriendo. Yo creo que no es que esté muriendo, estamos viviendo un contexto muy especial donde se ha perdido la calidad de escritura gramatical, publican una novela y están mal usados hasta los subjuntivos, o sea se equivocó hasta el corrector o hay algo que me estoy perdiendo. Quizás sea como en aquella película de Woody Allen “El dormilón”, en un momento dicen ¿y esto qué es, un poema?, no sabía que en el mundo del futuro se iba a escribir esta poesía, un poema pésimo. Entonces, claro, yo creo que este momento histórico lo vamos a tener que ver en perspectiva dentro de cinco años, porque cuando vino la plaga de la gripe española, en 1918, la gente se olvida que estaba pintando Egon Schiele, que murió precisamente de esta enfermedad, una fiebre atroz, y en ese momento era un tipo desconocido –o bueno no desconocido, pero no tenía el prestigio que hoy tiene en el mundo artístico y académico y, cuarenta años después, lo vemos en la perspectiva de que este es un pintor extraordinario más allá de que haya muerto de la enfermedad. Por ejemplo, los estudiantes me preguntan ¿de qué escribo?, les digo que traten de escribir buenas frases, buenos versos, porque plagas ha habido siempre, dificultades ha habido siempre, lo que pasa es que nos habíamos acostumbrado a un periodo en el mundo de un crecimiento rápido. Esto que está pasando en Chile uno lo conoce muy bien, uno iba a Chile y la gente se podía comprar un auto a crédito y es como una inflación de ilusiones, pasaba lo mismo en Uruguay y de pronto nos encontramos con esta vuelta a la realidad, pero la literatura no tiene nada que ver con eso. La literatura tiene que ver con sentarse frente a una página y escribir una buena frase que dentro de cincuenta años… hoy en día, quizás no sea solución a los problemas que tenemos, pero dentro de cincuenta años va a resistir el paso del tiempo.
 
SV: Es interesante esa postura, la relaciono con la crítica de Lihn, ya que lo mencionaste, que plantea en los años ochenta referida a la poesía política, de los poetas que “se comprometían con la realidad pero no con la poesía”. No sé si tú estarías de acuerdo con esto, pero tal vez el problema es cómo se entiende la actualidad en literatura, pensado en que es actual hoy en día Egon Schiele o Lezama Lima o Wallace Stevens, es decir, esta idea de que en el arte todos los tiempos están superpuestos, entonces llegar al presente no es una operación de simplemente poner los nombres del presente en circulación, decir virus o nombrar los problemas actuales como el racismo, pensando en el contexto actual de Estados Unidos.

EE:
Claro, el otro día me pidieron un poema para un libro y estaban todos los temas actuales y era una especie de decálogo de CNN, de los temas que toca CNN, temas que marcan rating y yo no escribo de esos temas. Entonces, les digo, yo estoy escribiendo un libro sobre la muerte, un tema que yo había dejado porque hoy en día a la gente no le interesa el tema de la muerte. Un tema fascinante, creo que la influencia de la cultura anglosajona, el hecho de vivir en un mundo burgués complaciente, produce que no se hable de la muerte. Aquí no hay celebración como la hay en México o en la cultura hispana, en países de raigambre católica muy fuerte, donde se celebra la muerte o no la muerte en sí, sino el hecho de que haya otra vida y una cantidad de elementos míticos relacionados a la cultura religiosa. Pero cuando le digo al editor del libro que la muerte es el tema que interesa, porque es el tema del día, me queda mirando como diciendo ¿me está hablando en broma? Yo creo que la muerte nunca ha dejado de ser tema. Uno sale a la calle y ve a la gente que no tiene qué comer y está trabajando diez o catorce horas para darle de comer a la familia y uno ve la muerte en progreso, porque no creo que esa persona vaya a pasar de los sesenta años de vida. Yo creo que otro de los temas es el oportunismo a nivel de superficie con el tema de virus. Cuatro años atrás nadie leía La peste de Camus y hoy todos los escritores son expertos en Camus. Lo mismo que el tema del racismo, yo soy mentor de estudiantes hispanos y de muchos estudiantes afroamericanos en Estados Unidos y me preguntan ¿qué tiene para decir sobre el racismo? y yo les contestó que no tengo nada para decir porque hace treinta años que vengo diciendo lo mismo. Me hace acordar a este escritor que se estaba muriendo y le preguntan “tiene últimas palabras” y responde: “me pasé toda la vida escribiendo qué últimas palabras voy a decir” y esto es lo mismo, esto de ocupar un espacio oportunista para figurar en las páginas de los diarios, para figurar en las redes sociales. Una escritora argentina que me gusta mucho que es Selva Almada dijo “yo no tengo nada que decir sobre el virus, porque lo que vengo escribiendo lo vengo escribiendo de antes”. Uno no puede cambiar el ritmo. En cuanto esta necesidad de figurar de los escritores, se habla por todas partes del boom de la poesía, pero yo no veo gran poesía, lo que veo es poetas o gente que escribe poesía hablando del tema del momento o de los temas del momento, porque son varios, temas o problemas que han estado siempre, pero cuando se requería mayor pensamiento esto no marcaba rating, ahora que marcan rating sí, vamos a hablar de ellos. Entonces, hay una confusión muy grande entre redes sociales, promoción, figuración y literatura, que es, como bien decía Josephine Heller, la buena frase que cada tanto aparece.
SV: Me gustaría conectar esas reflexiones con tu poesía porque me parece, revisando el libro que hicimos hace un año (Mira lo que has visto) y otros como el Cutis patrio y también este otro de ensayos (tSURnamis vol. 1); revisando todo esto, me voy quedando con que en tu escritura en general, no solamente la poética sino también en la ensayística, hay un elemento siempre transgresor, hay un intento por recorrer las convenciones traicionándolas, siempre forzando irónicamente una suerte de insuficiencia del modo convencional de decir. Por ejemplo, cuando cuentas de esta entrevista a Borges en que te comes su desayuno. Borges está contando sus sueños con todo el suspenso y una cierta solemnidad y tú te estás comiendo su media luna, medio atragantado. Esa escena es humorística pero también transgresiva y pone en circulación muchas cosas, es decir, no es la escena donde el autor es una suerte de efigie del futuro, sino que la atención se desata, uno se desconcentra, atiende a muchos focos y, de repente, hay una reconfiguración las necesidades, los énfasis, las cosas qué importan. Me parece que en tu escritura hay ese ánimo, entre todo lo que sucede, porque hay también el cultivo de un sonido que es elocuente en sí mismo, pero además está este impulso de ir rompiendo una cierta certidumbre o inercia de la certidumbre.
EE: Hacía tiempo que no oía esa palabra, la transgresión hoy en día está muy mal vista, porque se ha ocupado espacio de radicalización a partir de lo que no se puede decir, no la radicalización surrealista de ir contra el status quo, sino la radicalización de una especie de aislamiento de cada uno y este es otro de los signos de la época. El tema de Borges… yo este libro de ensayos que apareció en Mansalva lo presenté mucho antes a una editora en Uruguay y me dijo que el libro era irrespetuoso y lo rechazó. Siempre ha habido una forma de transgredir que es ir contra la forma normal –entre paréntesis- de interpretar la realidad a partir de esa salida de la norma lingüística, en el planteamiento de las frases, en la perspectiva, en el hecho de entrar no en el ego, no en el yo narrador o el yo cronista y contar lo que engrandece al escritor. Esta es una de las cosas que me horroriza de la literatura actual, que en la llamada literatura del relato personal siempre hay un engrandecimiento del escritor, una inflación del ego y yo lo que busco es transgredir diciendo no soy nada (con Borges). Ahora que mencionas eso, me regresa a la imagen de Borges, que era mi gran miedo, que me hubiera cachado la mano ahí, agarrándole la media luna, hubiera sido una cosa horrenda, hubiera llegado la seguridad del hotel para echarme y decir al escritor “usted le estaba comiendo el desayuno” y fue durante la dictadura militar, es decir, ahora que lo pienso hubiera sido genial: detienen a un míster desconocido, como era yo en esa época, tratándole de comer el desayuno a un escritor. Es decir, a partir de lo mínimo inexistente, el otro yo de la realidad, a la cual no prestamos atención, quizás ahí… ¿y a qué me refiero con el otro yo de la realidad? Sería Tchaikovsky tomando agua sabiendo que tiene cólera, cuando todo el mundo hablaba de la música de Tchaikovsky o del compositor, pero no del pequeño detalle de que había optado por la muerte, o ya que mencionamos a Egon Schiele, el hecho de que sabía que su mujer estaba mal y haya dicho, bueno, si nos vamos, nos vamos los dos. Claro, ahora en perspectiva ese se ve como un gesto heroico, casi suicida, pero eso es lo que trato de hacer: ver qué más se puede decir de esta época. Por ejemplo, el otro día me arriesgué a ir a comer, fui al baño y un tipo meando me dice “por fin pude comer bien”, estaba cansado de este virus. “Estaba”, cuando el virus todavía no se fue, pero el tipo decía o me muero comiendo hamburguesas o no tiene sentido seguir vivo y eso no podría aparecer en un diario. Entonces, lo transgresor en mi caso es aquello de lo que no se habla.

SV: Claro, lo mínimo inexistente. He estado pensando en este libro que hicimos en uno de tus viajes de invierno -el invierno perpetuo de Eduardo Espina-, y he estado leyendo interesado su aspecto retrospectivo…

EE: Perdón que te interrumpa porque después se me va el ferrocarril en otra dirección: ya que estamos hablando de El sur de Borges, me siento como Juan Dalman que lo dejan en medio de la planicie y dice “pero esto no es ninguna estación”, pero le dicen “se tiene que bajar aquí”. Ahí hay dos poemas en el libro que tienen mucha actualidad y uno de ellos es el poema donde yo escribo de Rotterdam y la idea del poema es qué sería para Erasmo despertar y ver la ciudad destruida como se puede ver en las primeras filmaciones que se hicieron de Rotterdam después de la Segunda Guerra Mundial.  Respecto de este poema, he pensado que es un poco lo que nos ha pasado ahora, despertar y ver que Santiago está cerrada, se está muriendo la gente, ese shock inmediato que tenemos con la realidad, como lo que escribe Cormac McCarthy en The road, ¿qué pasa si un día despertamos y el planeta desapareció y estamos vivos? ¿Cómo escribir sobre eso? Y esa para mí fue una cosa alucinante, ver esas filmaciones, pues los nazis destruyeron Rotterdam porque era gran puerto y una entrada al comercio. Estoy viendo eso en una biblioteca durante tres horas, conmovido: humo, cenizas, destrucción, pedazos de edificios y, de pronto, un cartel que dice KLM con una flecha al aeropuerto. Esperemos que esto se acabe pronto, pero ¿qué pasa si la civilización queda arrasada? Bajo la hipótesis de que quedemos vivos ¿cómo vamos a recuperarnos del arrasamiento total, de la desolación? Y yo creo que en ese poema me sigue sorprendiendo esa reflexión porque ha pasado el tiempo en mi vida, en mi mente y ya no tengo ese entusiasmo que tenía. En esa época, tenía la idea de que si hay ese arrasamiento y no queda nada tengo que hacer algo para que esas cenizas vuelvan a ser construcciones, formas. Hoy en día tomaría una posición un poco más distante porque lo que veo adelante es mucho más pequeño en términos temporales de lo que he vivido.
SV: Es interesante el cambio de perspectiva que uno puede seguir en Mira lo que has visto desde esos elementos mínimos que sobresalen en los poemas más antiguos, como en ese poema del chinito, esas vivencias de barrio del Uruguay, hasta la mirada panorámica como en este poema que tú mencionas de Rotterdam  (“Es una ciudad haz lo que quieras”), pero también en ese otro poema “El cine lo hizo todo por sí solo”, que son poemas que logran entregar un panorama a partir de una experiencia personal, mínima, del cine, de ir al cine con alguien, del entorno represivo de un lugar en un momento. Hay como un cambio del uso de la cámara en tu poesía.
EE: Me había olvidado que te había dado ese poema, que estaba incluido en este libro el poema del cine. Yo escribo dos o tres, he llegado a escribir cuatro poemas por día, escribo más de lo que publico y no publico más por una razón de mucha corrección, de mucho control de la materia gramatical y también de la perspectiva y yo creo que este poema, el del cine, es mi poema favorito. Recuerdo que salí del cine con una novia horrenda que tenía en Uruguay y digo horrenda porque era una burguesa para la que la poesía representaba lo inútil. Entonces, salimos de ver American graffiti y fue uno de esos momentos de certeza en que dije “me tengo que ir de este país, porque acá me voy a volver loco”, eran los tiempos de la dictadura. Este poema fue escrito mucho tiempo después, siendo yo otra persona, siendo el Uruguay otra persona, sin embargo, el lenguaje en cierta manera… Volví a ver la película, la película de George Lucas, y me di cuenta al revisar las imágenes de la película, al revisar ciertas escenas, como aquella en que pasa la rubia en el auto descapotable, ahí el tiempo se había detenido y ese es el tema del poema: el tiempo se había detenido y en un instante de un infinito, de un tiempo eterno, coinciden el que yo había sido con el que era en ese momento y con el que soy ahora. Yo creo que el poema capta eso, el poema capta un elemento muy importante que para mí tiene que tener el escritor, esta perspectiva móvil, ¿con cuál de todos los yo está escribiendo?, ¿con el de ese momento?, ¿con el que ha experimentado antes?, ¿o con aquel que es el futuro y que quiere llegar al próximo verso? Porque hay un desplazamiento, el tiempo de un verso no es el mismo del tiempo del verso anterior, ya en ese instante la mente cambió. En ese fluir del tiempo no sé cuántas veces nos bañamos en las mismas aguas, pero este poema tiene que ver con ese momento en que tuve –y creo que fue una de las pocas veces en la vida- la percepción de que este deja vu, esto que ya he vivido antes, lo estoy viviendo de la misma manera que treinta años antes.
SV: O sea, la imagen como una condensación compleja, problematizadora, no esta idea estanca, quieta, sino que es algo que está tiritando para salir.
EE: Claro, a mí los poetas que –uso una expresión popular en el Uruguay cuarenta años atrás- me vuelan la cabeza (cuando escuchábamos a Led Zeppelin o a The Who); los poetas que me vuelan la cabeza son aquellos que los estoy leyendo y de pronto no sé en qué tiempo estoy, a qué tiempo me está llevando. Como el caso de Wallace Stevens, ¿qué tiempo es?, ¿el tiempo de una mañana de domingo?, ¿el tiempo de una mañana de su infancia? Y este es otro de los problemas que detecto, hoy en día se escribe un tiempo unívoco: “estoy con mi tío acá tomándome unas birras, viendo un partido de Boca”, y digo pero ¡qué es esto! Y veo que tiene cincuenta mil seguidores y es recomendado por algunos diarios argentinos como un genio. La literatura, si uno la ve desde un punto de vista formal, siempre ha sido la misma: Boccacio, Proust, Wallace Stevens, Neruda, Lihn, es decir, hay un ser que piensa de una manera profunda, que sabe poner una palabra después de otra y que me invita de una manera que yo no estoy seguro si voy a aceptar, si voy a entrar en eso, pero inmediatamente me genera un enigma a partir de una grandeza metafísica. Yo leo la Oda al tiempo de Neruda y digo “este es un tiempo que yo no había considerado”. Yo creo que esto es lo que falta, esas varias perspectivas, es decir, no sé si lo logro o no, pero es un fracaso monumental y eso es lo que le pido a la literatura, que sea un fracaso monumental como leer a Montaigne, El pequeño ensayo sobre el pulgar, cuando lo leí me fascino y dije ¿por qué es solo una página y media? Porque Montaigne dijo ya no tengo más ganas de escribir sobre esto, todo lo que tenía que decir ya lo dije en una página y media, una perspectiva sobre el pulgar impensada.
SV: Me interesa esa oposición entre un tiempo unívoco, un tiempo chato, en que las respuestas ya están todas sobre la mesa y solamente se pueden mover esos elementos, empiezan a circular esos mismos elementos, y ese fracaso monumental, ese juego con el error, el ensayo que sería la escritura.
EE: Hace unos años, estaba con unos estudiantes en estos lugares que alquilan para hacer asados y que tienen piscina y un estudiante me dice que fue campeón de salto de trampolín en la secundaria y que va a volver para calificar a los olímpicos. La piscina estaba a medio llenar y yo le dije si eres tan bueno tírate ahora. Bueno, yo creo que ese es el trabajo del poeta y salir ileso. O sea, en el intento te puedes clavar de cabeza contra el piso de la piscina, pero el salto no te lo quita nadie.
SV: Quería terminar preguntándote algo distinto de los temas que hemos ido llevando en esta conversación: sobre la valoración de la literatura escrita por mujeres, ¿cómo crees que eso ha progresado, avanzado en el reciente tiempo?, ¿qué te parece a ti esa revalorización o ese énfasis en indagar por más escritoras, por más perspectivas desde la mujer?
EE: Bueno, yo lo primero que leí en mi vida fue Delmira Agustini, que me pareció fascinante. O María Luisa Bombal, que es una de la pocas escritoras, hombre o mujer, que sabe usar los adverbios terminados en mente. García Márquez decía que no se puede considerar una buena literatura aquella que usa adverbios terminados en mente y en muchas cosas Bombal le enseña cómo contar lo mínimo a García Márquez. Mencionaba también a Selva Almada. En cuanto a poesía hay poetas extraordinarias. Yo creo que es un momento extraordinario para darle la bienvenida a la diversidad en todos los aspectos, algo que hemos conversado muchas veces con mi querida amiga Carmen Berenguer, el hecho de que antes la mujer, el gay, el afroamericano eran una nota al pie de página y hoy en día se abrió el campo y eso me parece fabuloso, e incluso encontramos discursos poéticos, narrativos donde el género se entrecruza y aparece esto que yo he defendido siempre, que es un lenguaje que va a lo amorfo, a lo híbrido, a lo indefinible. Ese es precisamente el gran desafío de la literatura, el gran desafío de la literatura es preguntarse quién está hablando. Yo creo que se ha puesto de moda -y digo esto porque en un tiempo se pusieron de moda los neobarrocos y me invitaban para todos lados-, hoy supuestamente está de moda al menos en las casas editoriales norteamericanas la literatura escrita por mujeres, esa es una estupidez porque las mujeres siempre han escrito bien, desde Safo. En el siglo XX, el erotismo de Delmira Agustini es mucho más poderoso que el de Darío. El erotismo de Darío es un erotismo de matiné y el de Agustini es el de una disco gay a la tres de la mañana: está lo perverso, lo sórdido, lo saludable de la conciencia cuando no tiene remordimiento. O escritores afro como Aimé Césare. Yo creo que lo que sí es muy saludable es que ahora la tajada, la torta la vamos a dividir entre todos. Pero para los que hemos estado siempre en el margen no tiene nada que ver con el género o con la parte étnica, esto tiene que ver con los discursos que han sido poderosos, aceptables y esto es tema para otra conversación: los grandes grupos editoriales han estado sólidos desde hace sesenta años en un mundo capitalista, burgués, neoliberal, en el sentido de que en un mundo así se produce solamente lo que se vende. Los últimos sesenta años del siglo XX y XXI han estado marcados por grandes grupos imperialistas editoriales que han marcado el gusto, nos hacen leer lo que ellos consideran publicable. Y yo creo que este es el momento para tocar este problema, lo digo porque los grandes grupos editoriales van a sufrir mucho, no van a poder hacer los mega-contratos a escritores dudosos que de pronto son moda por lugares supuestamente prestigiosos como el New Yorker, que es el reino de la hipocresía, y que es seguido por la inteligencia cultural latinoamericana y el New Yorker son unos burgueses de izquierda capitalistas que solo publican literatura fácil: lean los poemas que publican, lean los cuentos que publican. Esto me parece muy grave, porque esto ha influido en la forma cómo pensamos, que es chata. Alguien de Wallstreet o Las Condes se suscribe para decir “yo también soy culto”, leyendo a poetas como Anne Carson que ha estado glorificada, uno la lee y no hay mucho ahí lingüísticamente, no es poderoso, es muy entendible todo lo que escribe, mientras otras poetas americanas como Susan Howe, que tiene ochenta y pico años, quedan al margen porque no han estado en la construcción cultural capitalista burguesa, donde entra la derecha y la izquierda indiferentemente, porque se trata de una máquina de producir fenómenos literarios que luego pasan diez años  y uno dice ¿dónde está? ¿Dónde está esa literatura? Y, como diría la película de María Luisa Bemberg, de eso no se habla, porque las redes del poder son muy grandes. Lo mismo los narradores que dicen “yo siempre he estado en contra del poder capitalista” y todos aceptan publicar con Mondadori o Seix Barral, todos aceptan, los invitan a una comida y firman contrato, adiós editoriales independientes y se consideran los escritores que están luchando contra el status quo y hablan del racismo, de la marginación, pero ocupan el mismo espacio.
SV: La conexión entre los discursos heterogéneos que abren las perspectivas para imaginar y pensar el mundo y las formas de producción, que justamente van cerrando, van filtrando, van ejerciendo un modelamiento de los discursos. La posibilidad de que los medios productivos estén integrados en los procesos creativos.
EE: Sí, por ejemplo, ¿cuál es la política de las editoriales independientes? Publico a los mismos que ya publicó Planeta, me dio un libro a mí, entonces lo publico. No se están arriesgando por lo nuevo, lo difícil, están publicando nombres que supuestamente están produciendo lo nuevo, pero que ya han sido apropiados por el status quo editorial. Entonces, el escritor marginal, ése no figura nunca. Este es un tema muy grave de nuestra época: la pauperización y la masificación del gusto.  A lo que voy es que te doy un libro a ti porque me interesa, me interesan los lectores que te siguen, por propia decisión, con mi conciencia. Siempre he vivido al margen. Ahora vivo en un pueblo de Texas que cuando llegué no existía en los mapas, he plantado bandera de vivir al margen y me voy a morir diciendo “lo logré”. A mí me han ofrecido de una editorial muy grande que escriba un libro sobre la academia norteamericana. No me interesa hacer un libro masivo sobre la academia, ¿para qué?, ¿para figurar en el diario? La literatura es una forma de vida, una forma de salvación, no necesito la fama. Yo lo que necesito es que todos los días me salga una frase buena o al menos intentarlo. Hay muy poco investigado sobre redes sociales, pero uno entra en una maquinaria donde siempre tienes que estar en primer plano y si no estás en primer plano parece que tu literatura no vale o no importa. Entonces, entre la literatura como forma de salvación y la literatura como forma de figuración el trecho es enorme. Lo independiente es dudoso, lo marginal, eso es lo que me interesa, la literatura del margen.