Venas de piedras
cercanas
como el propio latido.
cercanas
como el propio latido.
cuerdas que palpitan
hacia un mismo acorde.
que quiere sangrar
junto al murmullo del rio.
claustrofóbica sangre.
el ojo observa la estela fugaz
de un pez sin nombre.
El tibio caudal
camino al vientre.
como si las palabras aún
conservaran su filo. Atravieso el silencio
cómo se atraviesan las fronteras
de un cuerpo.
nombres bajo la arena
piso las huellas.
en medio del desierto.
y párpado, entre
página y página eclosionan
las fronteras de un cuerpo.
Un ojo hiende la catarata apaciguada
del tiempo: ver un rostro familiar,
deslavado, como por primera vez,
una venda de luz, puñados de agujas que fulguran y
se apagan. Destellos de sal coagulada,
estelas sobre la arena. Ver su geografía:
charcas, motas de pasto que crecen
olvidadas. Ver en un rostro
un jardín. Ver una cabeza
que cuelga tambalea amaga caer
como fruto que no termina
de madurar. Ver que se hincha
respira lanza un reflejo
enfurecido, una cascara adherida
a un papel fotográfico
y se abre florece,
como una palma que siembra,
estira la tierra,
a un ojo que contempla
un álbum familiar.
Ha participado en talleres de narrativa y escritura poética con Carlos Leiton y Paula Ilabaca, respectivamente. Actualmente es estudiante de medicina.