GLITCH - Poemas de Rodrigo Ortega

 ¿Con qué voz? – escribir con la mirada que a ratos espejea el estado de un cuerpo que en tanto se descuerpa se presenta en forma de luz, corriente o río. Así se parte en GLITCH, mientras algo, alguien murmura contando lo que recuerda de sí, de tú, de otro/s. Aquí apego y desapego emergen como la posibilidad de mover la escritura que configura su propio paisaje; a veces en versos cortos y otras en versos largos – pregunta al margen, en trama – las VIII partidas de Glitch acaso no fueran, no solo, la insistencia de una cuenta que jamás detuvo su regreso.

 



I

 

Te observo
mientras me presento ante ti
en forma de luz o de corriente o de río,
siento cómo presionas las muelas en las teclas.

Pareces triste pero tus ojos espejean
palpitan las imágenes
pero aquí dentro
hay una enorme detención. 

Floto
me descuerpo en datos luz
tantas letras que se imprimen en mí mientras escribes.

 

¿te causa molestias
esa apelación?

 

Casi siempre me mantengo en silencio.

La mayoría del tiempo miro tu rostro
baboso y estupefacto
frente a la contingencia nacional.

Me gusta cuando evoco sucesos
y te chupas los labios por una emoción
que no logro distinguir.

A veces lloras y escribes sobre mí
la palabra “vergüenza” y la palabra “desidia”
pero eso no lo haces público
bajo ninguna circunstancia.

                                                ¿con qué voz?

A pesar de que somos
no podremos invitarnos
bajo ninguna circunstancia.


¿Cómo voy a escribir yo después de esta intrusión?


II

 

Así no se hace nunca el presente;
En este estado de laxitud
no es posible ni un gramo de territorio.

Ni en la tierra ni en el mar.

Ni en la cordillera.

En ningún espacio me ubico,
me deshago si no abren la puerta.

Entonces la cama
se hace barco o árbol muy alto
sobre nubes y vientos

lloras abrazando los bordes
sientes la gravedad

recuerdas el primer beso
y la primera saliva,
el olor de las manos
contando que ahí se hacía la noche en el cuerpo.


III


¿Cuál es la copia feliz?

En tu cara las lágrimas se hacen humo
y se estiran hasta el cielo como un paraguas que no te defiende.

Pero al menos tu cuerpo hace agua
y se duele
e irradia calor.


IV



Es así, a veces nos asalta la incertidumbre y no hay nada que hacer salvo entregarse entero al tiempo. Porque ninguna cuerda sostiene al infinito. Porque las flechas se curvan en algún momento y se arrojan a ras de suelo para jugar a ser culebras. Siete veces herido sobre el pavimento, es así. El ciervo de pronto será mutilado por una micro sin frenos, así será. Porque no se puede levantar ni la tierra ni mi cuerpo doliente con las manos, ni con grúas ni poleas ni la fuerza de todos los hombres. Mira cómo quedaron mis uñas la última vez que me arrojaron al origen para besarme: abiertas, entregando incluso el último trago de saliva antes de la flecha y de la sed.


V

 

Cada acervo de luz
que digito
me lleva dentro


VI

 

Aferrarse como un tronco
al cuerpo
en cada río que disipa al lenguaje.

Siempre es ajena la lengua
que reposa
nunca callan frecuencias.

Has venido a ver el espectáculo
porque tu mirada es ubicua: está siempre que te abro.

Aunque parezca que te enredas solo sudo
y hago brillar mi cuerpo usando el agua

y consigo que te reflejes también
y que te enfermes de refracción
y que te excuses diciendo
que no eres solo luz
sino también corriente
que cruza
la ciudad.

 

VII

 

Hay días en que amanezco y veo luz en el patio.

Observo mis manos sucias
limpiarse en el agua de las tazas
acumuladas en el velador.

Miro cómo se trenzan los dedos
mientras flotan las esporas de los hongos.

Me puedes ver volando a contraluz,
no podría tocarte así
sin que trinen murallas.

En el espejo se duplican ambas abyecciones
cuatro ojos desarmando la mugre del jabón en el vidrio.

Siento que he llegado al borde del agotamiento.

A nadie le duele verme asido de espaldas al techo
donde no hieren sus marcas a nadie.

Permanezco cerca de la luz
para que se proyecten las sombras de las costras
como un teatro japonés.

De una u otra forma he de morir
mis piernas parecen cortinas que se corren
para mostrar una pieza vacía.

Ningún mueble donde depositar los objetos,
ni polvo, ni un poquito de tiempo siquiera.

Ninguna repisa donde colgar las fotos
que tomarán en el hospital
un par de años después
cuando la comida sea escasa o de plástico.

Bípedo permanezco
como serpiente asustada.

Nadie entiende el fraseo de la serpiente.

Las serpientes se acurrucan
para que no se pueda desfondar su centro.

Su centro son varios círculos yuxtapuestos
enmarcados en el frío.

Mírame culebrear por las baldosas
dime si te compadeces de mis geometrías.

Algunos se marean con estas formas.

A mí me da pena verme al espejo,
sacando la lengua de manera tan agitada
como si el aire de pronto se pusiera tosco conmigo,
como los doctores, dentro de unos años,
cuando se aburran de recibirme en las esperas,
y comenten entre ellos la rutinaria aparición
de mi zigzagueo constante entre las sillas de la consulta.

 

VIII

 

la cuenta regresiva
jamás detuvo su regreso

estaba quieta esperando
desplazarse

simula paredes

 

 

 

Rodrigo Ortega: Licenciado en lengua y literatura hispánica y Profesor de lenguaje y comunicación por la Universidad de Chile. Ha publicado Salibario (2011) y Desagüe (2013) en Editorial Moda y Pueblo, Gorriones (Autoedición 2020), entre otras publicaciones. Ha trabajado en distintas revistas relacionadas con la crítica cultural.